jueves, 17 de marzo de 2011

PADRE


Montado en tu caballo,
aquellas largas noches
venías en silencio
con la ilusión perdida.

Destripador de tierras,
dócil servidor,
siempre humillado desde aquella guerra
que perdiste.

¿Dónde quedó tu orgullo y tu poder?

No tuvieron piedad con tu inocencia.
Fuiste enjuagador de lágrimas
tú que eras pura lágrima,
consejero del viento
tú que eras pura calma.

Te quedaste con todo mi cariño
en aquella cuadra oscura
de caballos,
carros
y miseria.

Tu rostro siempre triste
aquella tarde vieja
que llovía en los cántaros del alma,
apenas me miraste.

A tus 84,
molido por el sol,
cojo,
sin aire en los pulmones
y las arterias derretidas,
me dijiste adiós,
en silencio,
sin mirarme,
una noche monótona y sin fin.

Te alejaste dejándome un vacío
inmensurable
y una estela radiante en mi universo.

¡Bendito seas!

Vicente Barberá Albalat, 27-08-09.

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