domingo, 25 de octubre de 2015

JULIO GARCERÁ SÁEZ

Anthony Devas
(He aquí una muestra del fino humor de mi amigo Julio a quien desde esta página mando un fuerte abrazo)

EL SUEÑO DE JOSEFINA

Recostadita en un árbol
descansaba Josefina,
mientras surcando los vientos
remontando cualquier pino,
un montón de golondrinas
buscaban su golondrino.

De sus primorosas manos,
pendíale etiquetado
un paquete de anacardos,
comprados en Mercadona
y de la marca Hacendado

Entre amapolas y cardos
dormida quedó la niña;
mientras que arriba y a saltos,
desde la copa de un árbol,
le excrementaba una ardilla.

Camino del Ampurdán
por un sendero enlodado,
en un brioso alazán
apareció Don Bernardo.

Vestía rico jubón,
parapeto, yelmo y mallas,
y por no llevar calzón,
a no ser que te asomarás
no se le veía nada.

Don Bernardo al ver la niña,
apeose del corcel,
subió la costosa cuesta
y nada más llegó arriba,
cayó rendido a sus pies…
mas rendido de apetito,
pues al parecer llevaba
varios días sin comer.

Al mirar a Josefina,
de su belleza prendado,
dijo el caballero ¡Hala!
vaya  tía me he encontrado.

Ajena a lo que ocurría,
durmiendo sueños de plata,
nuestra bella Josefina
cual ceporra dormitaba.

A Don Bernardo la mente,
se le ofuscó de repente;
ardió el deseo en su pecho
y el apetito en el vientre.

Su mano experimentada
sinuosa cual serpiente,
se deslizó por la falda
y sin poder contenerse,
aturdido; obnubilado,
se aproximó con cuidado;
y sin más contemplación,
el indigno Don Bernardo,
a la bella Josefina
le robó los anacardos.

La bolsa quedó vacía,
ensuciando el verde prado,
pues papelera no había
donde tirarla Bernardo.

¡Pobrecita Josefina
que disgusto se llevó
al ver la bolsa vacía
cuando por fin despertó!

(Julio Garcerá Sáez)









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