miércoles, 12 de abril de 2017

BLAS MUÑOZ EN POETAS EN EL ATENEO


HABLA EL ROSTRO ILUMINADO DE JANO

“¡Cuánta devastación en las luces del alba!

¡Qué azul sometimiento me llega de lo alto,
ahora, cuando tengo que hablaros nuevamente!

Os diré lo que veo desde el lugar que ocupo,
defecado dominio de palomas y grajos;
os diré lo que pienso, derribado en el suelo.

La luz muerde las úlceras de las vigas caídas
y en la resina hierven las termitas sin nombre.
Hay hierbas resecadas y orines en las grietas.
Y hay ortigas y estiércol donde había plegarias.

No hay puertas. Ya no hay puertas. Los bárbaros fundieron
el bronce de sus valvas. Ya  las doce columnas
y el mosaico central, circular como el cosmos,
decoran otros templos. En las tiaras papales
están mis atributos y mis llaves cruzadas.

Yo miraba hacia oriente con el rostro impasible
y mi larga mirada protegía occidente.
En mi boca pusieron estas graves palabras:
Sólo en mi mano está la custodia del mundo.
Yo regía el Zodíaco. Yo era el Arquitecto.
Yo, Jano. Yo, Quirino. Yo, el Oculto, el Arcano.

Hoy sólo soy un busto desgajado de un cuerpo,
con medio rostro hundido entre ortigas y heces.
Hoy sólo me visitan los amantes que buscan
un cobijo furtivo.

                                   ¡Qué lejanos los días
en que os hablaba solo, cuando en la falsa paz
de mi templo cerrado fingía ser por fin,
en mi reino de sombras, un dios que descansaba!

Sucedió pocas veces: en mi negro basalto
dejaba a mi memoria gotear lentamente
sobre el eje del mundo con su aceite quemado
para hablar, en mi noche, con palabras oscuras,
de oquedades y olvidos, de negación y muerte,
de materia y angustia…, con palabras oscuras.

Desde el pasado hablaba, yo, que soy el pasado,
yo, que veo el futuro también como pasado.
Hoy debería hablaros, con la palabra clara
de los dioses vencidos, de un porvenir de luz,
de plenitud y vida, de afirmación y gracia.

Mas no puedo. No puedo. El sol quema mis ojos
y, sin embargo, veo las edades del hombre
donde el crimen y el llanto, donde el hambre y el miedo
suman tanto dolor que yo mismo me espanto.

Ah vosotros, culpables por creer tantos siglos
en dioses excluyentes, en líderes y en patrias,
dejad que los poetas den voz a mi silencio.

(Es la hora menuda de las uñas paridas
de los híbridos hijos de ratones y lobos.)

Me voy (nunca he venido). Adiós. Adiós. Adiós.”

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