viernes, 21 de abril de 2017

BLAS MUÑOZ EN POETAS EN EL ATENEO


TRÍPTICO DE TU AUSENCIA


1.         LA VOZ A TI DEBIDA

                       A mi padre, fallecido en la primavera de 1981.

Dame tu mano, padre. Todavía
se estremece mi voz cuando te nombro.
Ven: desescómbrame de tanto escombro
que aún sepulta la voz que te debía.

Desde tu muerte oscura no escribía,
ya huérfano de ti, sin el asombro
del niño aquel que fui. Pesa en mi hombro
el peso de tu ausencia. Y de la mía.

Dame tu mano, padre, y, mano a mano,
déjame que te diga que te debo
veinticinco veranos de mi vida

después de aquel –sin ti- primer verano.
Ahora escribo por ti, padre, de nuevo:
para darte la voz a ti debida.


2.         EL BOSQUE DE 1949

                       A mi padre, que me llevó a su pueblo, por primera vez,
                       cuando yo tenía cinco años, y él cuarenta y ocho.

Hoy he vuelto a aquel bosque donde estuve
contigo, padre, siendo un niño serio
(un niño de posguerra y cementerio),
para ver si, al volver por donde anduve

cogido de tu mano, la luz sube
como entonces subía, en cautiverio
por el alto ramaje del misterio
hacia el libre milagro de la nube.

Hoy he vuelto a aquel bosque ya lejano
(cuando el miedo me asía de tu mano
y ya no había muertes ni aislamiento)

…y no he encontrado el bosque. Sólo había
el calor de tu mano aún en la mía
y un estéril paisaje de cemento.


3.         LA LUZ OSCURA

                       A mi padre, que se quedó ciego a los 63 años.

Tras la oculta alegría de la nieve
de sus ojos sin luz, la madrugada
era sólo un revuelo en la enramada
de un árbol en la calle, o sólo un leve

movimiento lejano, o alguna breve
conversación ajena y apagada,
mientras iba su mano en la almohada
buscando en cada sueño su relieve.

Después se levantaba, torpemente,
abría en la ventana su clausura
y oraba, viendo el alba interiormente:

¡Ay paloma del aire en los espejos,
guárdanos de la luz que nace oscura!
(Mi frente en su ventana. Y yo muy lejos.)

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