jueves, 6 de abril de 2017

BLAS MUÑOZ EN POETAS EN EL ATENEO



HABLA EL ROSTRO EN SOMBRA DE JANO


“Oquedades sin brillo, el mármol de mis ojos.

Sin aceite, la lámpara votiva. Mudas yacen
las losas no pisadas de mi santuario oscuro.

(Así premiaba Roma, tras sus victorias crueles,
las efímeras paces que mi benevolencia
concedía: cerrando las puertas de mi templo.)

Negación de la luz, que nunca será muerte
sino espacio que gira voraz en la memoria
del tiempo consumido y destruye el pasado
si revive en presente, esa forma ficticia.

Materia silenciosa como piedra roída
por hondas humedades, soñados cuerpos núbiles
que enamorados dientes acechan mas no horadan,
o retornos de nieves a su origen altísimo:
realidades, pues fueron; y, no siendo, persisten.

Designio de quién sabe qué angustia inconfesada,
del gran anillo oscuro que en silencio combate
contra sus propios límites y su mirada esparce
hacia ignorados ámbitos, los hombres me crearon,
proyección de lo doble, sin cuerpo, dios-idea,
y en mí depositaron sus dudas para siempre.

En su error acertaron; y, en su acierto, sufrieron,
pues ya la herida impide la invasión del olvido
y trémulo en la llaga el pie desciende y sabe
que allí existió su huella.

                                         La luz era ceniza
al posarse en la frente con levedad de pájaro:
aquella frente alzada hacia el sur, en los bosques;
aquel pájaro mudo, materia hoy de arúspices.

(Nadie inmole su vida por causa tan lejana.
Tomad ejemplo todos de mi flamen ausente:
apenas las trompetas, los lictores, las fasces,
triunfantes, bajo el arco cuadrifronte cruzaban,
cerró los cien cerrojos de bronce ritualmente
y embriagose en su lecho con efebos pagados.)

El cerco no demanda su ignición imposible.
La mano portadora de la llama sacrílega
no alumbra las lucernas: incendia artesonados,
estucos: nunca origen, aunque el mármol se cubra
de hollín, los fríos labios, los ojos de la imagen...

(No sé con cuántas voces estoy hablando solo
ni por qué se entreveran las sombras del pasado
con el fuego futuro y las futuras luces.
Hoy veo un arco iris: los colores del hombre.)

¡Ah el inútil retorno a aquel primer vacío
ya que nunca existió! Fue dolor, y si vuelve
será angustia de todos, no del solo al que alcance.

Como sombra he hablado, y fueron mis palabras
reminiscencias vanas. Así lo dejo dicho.

(Alguien, borracho, intenta abrir mis cien cerrojos.)”

1 comentario:

Blas Muñoz dijo...

Gracias de nuevo, Vicente. Magnífica elección de imagen (el arco cuadrifronte de Jano en Roma) para el poema que habla de él, escrito muchos años antes. Lo comparto, claro.