sábado, 8 de abril de 2017

BLAS MUÑOZ EN POETAS EN EL ATENEO


PROYECCIÓN DE LA LLAMA
es la luz; y la sombra
del cuerpo que, interpuesto,
con la luz se ilumina;
y también el temblor
difuso del contorno
que define la sombra.

En la penumbra gime
la lucidez ausente
del que calla y observa,
porque sabe que nada
existe por sí solo,
ni la luz ni la sombra
ni la propia penumbra.

La luz sólo es visible
en los seres que toca,
y sin ellos no importa
su imposible existencia,
como a mí me sucede
con esos dioses mudos
que no sé si me ignoran.

Ni siquiera la llama
que alguien tuvo en su mano
como tea en la noche
del pintor de cavernas
o antorcha para el odio
se explica por sí sola
si no hay alguien que mira.

Ese es todo el secreto:
sólo mirar nos salva
(o, mejor, ser mirados)
para estar en el tiempo,
o sólo para ser
en un pequeño espacio
algo de luz y sombra.

Para morir se nace:
el fuego se consume
mientras mata las sombras
que del fuego han surgido.
Y el círculo se cierra
aunque haya, de nuevo,
quien encienda otra llama.

 Ah, los dioses. No ignoran
que una vida sin fin
sería insoportable.
Ellos son los que envidian
nuestra muerte en la sombra
porque morir le da
sentido a nuestra vida.
  

                                   (Rojo)

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