jueves, 18 de mayo de 2017

FRANCISCO MORALES LOMAS EN POETAS EN EL ATENEO


SIEMPRE VIVISTE AMIGO EN UN POEMA

Siempre viviste amigo en el poema,
único refugio donde esconderse.
Como entonces hacías
ante el clamor de aquel mundo cerrado
que nacía para el brusco silencio.

Siempre viernes entonces
en la pared encalada del fondo
cuando Laurel y Hardy
encendían la luz.

Como llama nueva surgía la poesía.
Ante la hostilidad de una ruina,
ante la desigualdad como antorcha,
ante un mundo vacío en su ceguera.

Allí arriba, encima de nuestros hombros
se iluminaba furtiva la piel.

Siempre viernes entonces,
viernes para encontrar
la salida del túnel.

Un viernes como el ruido la marea.

Y cuando se ahogaban inciertas unas luces
ascendían pájaros y la risa
entonaba la canción del salvado.
Había tantos a quienes salvar.
Hombres perseguidos en su conciencia,
mujeres apremiadas para huir
del mundo,
perseguidos para ser perseguidos.
Persecución obscena.
Ahora rota, ahora rota, ahora rota.

Porque era viernes tarde.

Siempre allí, en aquel poema del viernes.
Queridos Laurel y Hardy, un poema
con risa hasta el llanto,
un poema que aplacara el silencio,
que trajera la aventura del día.

Todo eso los devaneos de Laurel y Hardy
una tarde de viernes.
Con su orgullo de besos
y nuestras casas abiertas al mundo.
El cine descubría
que detrás de las sombras,
detrás de algunos rincones oscuros,
detrás de las pesadillas frecuentes,
había razones para existir.

Siempre viviste amigo en el poema,
amado cine de Laurel y Hardy,
y ese poema vive hoy de nuevo
como un reclamo hospitalario, como
una cerilla que arde,
como un resplandor que consume el tiempo,
su huida, su fría espera.

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