miércoles, 24 de mayo de 2017

FRANCISCO MORALES LOMAS EN POETAS EN EL ATENEO


URBIS

Coronan la ciudad morenas crines
que lamen rocas y aguas fecales,
que prestan sus bridas a los amaneceres
opacos y deshilachan las conciencias
y los deseos de eternidad.
Cuando la ciudad adquiere tintes
de boato y resurgimiento, toda la mañana
quiere sublimar la agonía de sus aceras,
el raudo paso de los caminantes
que, como aparejos tendidos al sol,
prestan alambiques de osadía
a la vida que llega.
Sentirse cosmos en la ruin espera del charol
de unos edificios que te observan
desde la cercanía e impregnan
tu cuerpo de la soledad compartida.
Hay hombres en las esquinas de sombra
solazados en la contemplación de lo huero
y huidizo, hombres tiernos que portan
en el ojal de su compostura
el bello belfo de la derrota
y niños lejanos que corretean
sus labios por estrechas callejuelas.
Tiene la ciudad el canoro rubor
de lo desconocido e intangible,
aquello que los sabios que en el mundo
han sido llaman «saudade».

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